Ya nuestras abuelas -sabias como siempre- nos inculcaron la importancia de ventilar la casa al completo cada mañana, en especial las habitaciones destinadas al descanso. ¿Cuántas veces no habremos visto el suelo fregado mientras puertas y ventanas se abrían para favorecer que ‘corriera el aire’? Ventilar significa sustituir el aire del interior por aire fresco que mantenga un ambiente confortable y cómodo.
Ventilando una estancia (o la vivienda entera) estaremos expulsando los malos olores acumulados en ella. Y es que, pese a que no lo notemos, una habitación cerrada acumula en su interior olores procedentes de muebles, las sábanas de la cama, ropa, incluso de nuestro propio cuerpo.
También saneamos el aire de las habitaciones cuando lo renovamos, ya que el oxígeno consumido durante la noche hace que la calidad del mismo empeore. Un adulto medio, considerando que su peso se encuentre sobre los 70 kilogramos, consume un 1,55% del oxígeno presente en una habitación…no es nada alarmante, pero sí nos da un motivo más para ventilarla.
Por último, la aparición de bacterias y hongos está directamente relacionada con un ambiente húmedo y falto de ventilación adecuada. Por ello, el no hacerlo con frecuencia hace que éstos se desarrollen con mayor facilidad y provocan una mayor insalubridad de las estancias.